Madre militante

La maternidad te cambia la vida. Sí, obvio, quién no sabe eso. Pero de lo que hablo es de ese cambio interno, de las tripas, de saber que tenés que guiar a tus hijos para que su forma de ver el mundo sea lo que uno considera mejor. Lo cual no implica que lo sea, o sí. No se.

Ayer no me adherí al paro, básicamente, porque no tengo ni idea de como manejarme en ese terreno. Nunca antes fui empleada estatal. Pero como militante, sabía que me iba a movilizar. Y recordé que hace poco hablábamos con algunas madres en twitter cayendo en la cuenta que en la crisis de 2001 éramos hijas, nuestros padres eran los preocupados por darnos de comer, aunque yo ya trabajaba y aportaba a la economía familiar. Y hoy somos jefas de familia. Ay!

Durante toda la marcha tuve ganas de llorar, piel de gallina. Estaba ahí por mí, por todos, pero también por mis hijos. Porque con marido decidimos tener hijos gracias al modelo inclusivo del gobierno anterior. Porque vimos futuro y porque, habiendo sido partícipes de la resistencia a la crisis del 2001, cada uno desde su lugar, sabíamos que ese era el mundo (país, provincia, municipio) que queríamos para que crezcan ellos. Guardo orgullosa la foto que pude sacarle a Milo con Cristina, me enorgullece que en mi casa solo se use la palabra negro para nombrar el color de algún objeto, le cuento a todo el mundo que tengo a la niñera en blanco y amo con toda mi alma criar hijos sostenidos en una ideología que se respira en toda la casa.

Ayer cantaba con piel de gallina y rogaba por dentro que ellos no tengan que padecer el café con leche de todos los días de 2001, que después dejó de tener leche, y azúcar y ya no tuvo café. Los fideos con queso de tooodooos los mediodías, que después ya no tuvieron queso y a veces tampoco sal.

Quiero que mis hijos vean en otro ser humano, eso, humanidad. Que aprendan que eso de que si te pegan, defendete, va para los garcas vendepatria y no para los compañeritos del jardín o los circunstanciales amigos del alma de la plaza. Que los negros nunca fueron de mierda, que las almas nunca son negras, que las bombas de estruendo son signo de lucha y que las banderas tienen que flamear siempre pero con cuidado, porque eso de los vientos de cambio a veces puede ser peligroso. Quiero enseñarles que nadie será su subordinado, NUNCA! Que no se opina de la vida ajena, sino de las acciones públicas que llevan a cabo las personas y que la libertad se gana, se conquista, sobre todo, desde la sillita de la penitencia. Y que cuando le digan a Milo que su elefante no existe, que les responda que Papá Noel tampoco.

 

 

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Mamá de dos
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